El nuevo delirio de Nicolas Cage, Color Out of Space, es una adaptación de la obra de H.P. Lovecraft a la que le falta amor y le sobra minutos.
El inclasificable Nicolas Cage suele ser un plato habitual en el Festival de Sitges. Cada año podemos ver una película en la que el ganador del Oscar por Leaving Las Vegas da rienda suelta a toda su desmedida locura con papeles que pueden ser muy distintos entre sí, pero que todos comparten algunos sobresaltos tan delirantes como incansables.
Si hace dos años, Cage casi nos provocó un paro cardiaco con aquel maravilloso festival del humor que es Mom and Dad, el año pasado repitió con (casi) igual éxito con la notable Mandy. Su camino por Sitges estaba siendo absolutamente placentero.
Este año le ha tocado el turno a Color Out of Space, un entretenimiento con mucho más potencial del mostrado en el resultado final. Los mundos de Lovecraft tienen una riqueza visual brutal que, una vez traspasados al cine, deberían enamorar a cualquier. En vez de eso, esta obra no pasa de ser un correcto ejercicio visual que entretiene, sí, pero que decepciona.
Los monstruos, tan característicos en la obra de Lovecraft, están, también, muy desaprovechados. Hay alguna escena que sorprende muy gratamente, pero el conjunto general no pasa del aprobado raspado. Ni mucho menos estamos ante una mala película, pero desde el minuto uno tenemos la sensación de que podría haber sido mucho más en todo.
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La fórmula Nicolas Cage está muy lejos de mostrar algún ápice de desgaste. No siempre podremos ver peliculones en el Auditori si aparece él en pantalla, pero está claro que el fiel público del Festival de Sitges sigue vibrando con un actor que supera el carismómetro con cada papel que hace.