La carrera de premios de este año no cuenta con un claro favorito, pero la nueva obra de Cuarón, Roma, parece ser la única con las cualidades necesarias para ganar un Oscar, a pesar de carecer de la más importante de todas: ser una película.
Este es uno de los años más flojos que recuerdo. Mientras que el año pasado teníamos un sinfín de títulos magistrales que quedarán para la historia, este año tenemos obras sin fuerzas que se diluirán en cuestión de meses. Había obras que podían elevar el interés de esta carrera, como es el caso de la magnífica First Man (2018), pero, incomprensiblemente, se cayó nada más empezar.
Hay un gran vacío de calidad que no llena ninguna de las películas, las cuales son notables, pero una película digna del Oscar debe ser mucho más. Personalmente, solo encuentro excelente First Man y Hereditary (2018), pero la animadversión de la academia hacía los títulos de terror es por todos conocida.
En medio de toda esta descafeinada incertidumbre, un título sobresale por encima del resto: Roma, de Alfonso Cuarón. El director mexicano es autor de algunas de las obras más excelentes del siglo, como son el caso de Children of Men (2006) y Gravity (2013), y para su nuevo proyecto tomó una decisión que, a mis ojos, le desacredita enormemente: estrenar su obra en Netflix.
Vivimos en una sociedad que ama Netflix hasta niveles espectaculares. Todo el mundo tiene Netflix. Lo ve en portátiles, tablets, móviles y televisores. Las obras que hace Netflix son de cuestionable calidad (aunque hay excepciones), pero eso no es algo que interese especialmente a sus clientes. El inmenso catálogo de contenido que ofrece Netflix es lo principal para esta sociedad. La calidad del producto no importante, lo principal es la cantidad.
Hace ya unos años, Netflix tuvo la idea de empezar a producir streamingfilms (películas hechas para plataformas de streaming), por lo que muchos cinéfilos (más o menos) pensaron que era una estupenda idea empezar a consumir este tipo de «cine». La calidad de estos productos puede ser mayor o menor, ese es un tema que no voy a tratar en este escrito, pero es complicado que algo pensado en ser «disfrutado» en pantalla pequeña tenga la misma calidad que una película de verdad.
En los últimos tiempos, Netflix ha intensificado la producción de streamingfilms, hasta el punto de que nombres de la talla de Martin Scorsese o Alfonso Cuarón han decidido abandonarse de esta manera. El nombre de Cuarón me resulta especialmente doloroso de ver aquí, puesto que es uno de los directores más magistrales que hay (esos planos secuencia en Children of Men…). No llego a comprender cómo directores de esta talla son capaces de perder la ambición de esta forma. Una pena.
El Reino (2018): La rabia de (casi) todo un país
Una película para ser considerada como tal debe estrenarse en un cine, sin discusión. El único lugar en el que se puede ver una película es en un cine, a pesar de que la sociedad se haya autoconvencido que el salón de su casa es lo mismo que una sala de cine. ¿Acaso si yo me pongo a cantar en mi salón lo convierto en un concierto?
Pero claro, los que controlan Netflix no son tontos, por lo que sabían que la Academia podía buscar alguna razón por la que no nominarla a los Oscars. Entonces, la bombilla se encendió: Estrenan en contados sus cines sus streamingfilms que tengan la calidad necesaria para competir por los premios gordos. Esta táctica es perfecta, ya que vivimos en un mundo en el que la capacidad de análisis va justita y gran parte de la gente se cree que por estrenarse en cinco cines en toda España (estos son los mismos que piensan que Bocadillo es cine) Roma ya es una película.
Roma es la nueva streamingfilm de Netflix. Ha cosechado estupendas críticas y es la pseudofavorita (no hay favorita, creo yo) de la carrera de premios. Uno puede estar a favor o no de que una streamingfilm llegue a ganar el Oscar a Mejor Película, es totalmente lícito que cada uno tenga su opinión. Hay que respetar todos los puntos de vista. Aquí va el mío.
Si Roma gana el Oscar, es el fin del prestigio de estos premios. Algo estrenado en móviles debería estar prohibido que se planteara como posible nominada al Oscar. Si Roma gana el Oscar, que le den otro a Game of Thrones. Repito que no entro en la calidad de Roma como obra, básicamente porque yo critico películas, y Roma no es una película. Este punto de vista es absolutamente impopular y prácticamente nadie lo comparte, pero mi manera de ver el cine es esta.
El mes que viene son los Oscars. Probablemente sean los Oscars más importantes de la historia. Será la noche que Hollywood decidirá si respeta su historia o si la desprecia. Espero despertarme la mañana siguiente con la sensación de que alguien sigue respetando al cine.