Los premios Goya del IVA Cultural

Goya
El 6 de Febrero se celebra la gran fiesta del cine español, Los Goya. De nuevo estará presentada por Dani Rovira, el Ricky Gervais español, y en la que grandísimas películas lucharán por un premio que ya quisieran directores de la talla de Steven Spielberg o de actores como Al Pacino, por poner solo un ejemplo.

Ahora en serio. Ni Dani Rovira, aunque tenga mucha gracia, es Ricky Gervais ya que carece de la mala leche del actor inglés, , ni este premio es tan codiciado por actores y directores a nivel internacional. Estos premios son un espectaculo, pagado con dinero público, en el que se premia a las mejores películas del año. Las nominadas este año son buenas películas, pero no han contado con el apoyo de otras producciones a las que patrocinan grandes productoras nacionales. Estas películas, las más taquilleras, además de tener más financiación reciben más subvenciones, dejando a los demás en una situación en la que tienen que echar imaginación al asunto.

Así pues, entre chistecitos de Dani Rovira y actuaciones de dudoso gusto de la clase más aburguesada de este país, vendrán los premios. En ellos, los directores y actores alzarán su voz contra el gobierno por no bajarles el dichoso IVA Cultural. Según ellos, ese IVA Cultural es el que hace que el cine español se pierda y que ellos, pobrecitos, no tengan ni para pipas. Porque el cine es cultura y el cine español aún más. Si ese IVA no se toca ni se suben las subvenciones no podrán llenar las salas.

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Me llama la atención cuando dicen que en España se da menos subvenciones al cine que en otros países europeos, como Alemania, por ejemplo. El problema es que el salario mínimo de un trabajador, esos técnicos que trabajan en sus películas y cobran cuatro perras, es muy inferior al de esos países. Es cierto que otras empresas reciben muchas más subvenciones (véase las empresas automovilísticas o el sector bancario, que son una vergüenza puesto que cuando hay beneficios se lo quedan todo entre tres o cuatro), pero ésto es un blog de cine.

El cine debería ser industria, una industria que consiga beneficios por ella misma. Una industria que si produce un fracaso pierda dinero y asuma responsabilidades. Tal vez, con ese riesgo de perder, se asumirán riesgos y se produciría un cine con una calidad artística y creativa más seria y en la que todos tuvieran la misma oportunidad de alcanzar la gloria, no un cortijo donde unos cuantos reparten el bacalao.

Del pastel de las subvenciones salen ganando directores como Pedro Almodóvar o Alejandro Amenábar,  dos directores que bien podrían salir a flote perfectamente con sus éxitos en taquilla. Ésto dificulta bastante al resto a la hora de hacer sus producciones, a no ser que se bajen los pantalones y hagan lo que quieran las productoras del estilo A3Media o Mediaset. Las obras restantes, algunas de ellas de muy buena calidad, tienen que esperar el tirón de los Goya para volver a estrenarse y conseguir sobrevivir en este duro mundo.

También se debería observar cómo se cambian el traje las caras más visibles del cine patrio. Por un lado, cuando toca pillar alguna subvención, se ponen su traje de pueblo llano para decir que hacen »cultura». En cuanto las cuentas cuadran y han conseguido un éxito de taquilla, en seguida sacan su traje de chaqueta para autodenominarse industria y, como industria que es, tanto productoras como directores tienen todo el derecho del mundo a quedarse con toda la pasta sin tener el cuenta el dinero que han percibido del Estado. Ese dinero bien podría valer para otros, a los que les cuesta sudor y sangre conseguir sacar adelante sus proyectos.

Visto el panorama, este lobby que hace que se paguen precios desorbitados por las entradas (la última de Amenábar llegó a costar 1 € más que el resto que estaba en cartelera por considerarse premium), que pide que se sancione hasta con cárcel al que se baja una película, esa misma que nos hace pagar un canon por cada producto tecnológico que compramos y que quiere que nuestra conexión a internet sea más cara por ser unos delincuentes que van a destruir la gran cultura que ellos crean, ellos mismos son sus propios enemigos.

Ya para terminar, queda recomendar las mejores películas que ha dado el cine español. Unas películas que no han llegado a recaudar entre todas juntas lo que 8 Apellidos Catalanes o Atrapa la Bandera. Ellas son Truman (Cesc Gay, que dirige a dos grandes actores reflexionando sobre la vida), La novia (Paula Ortiz, que evoca el lenguaje lorquiano por medio de poderosas imágenes), A cambio de nada (Daniel Guzmán, que hace un buen debut en una historia cotidiana del extrarradio de Madrid) o Requisitos para ser una persona normal (Leticia Dolera, aunque algo convencional en su estreno como directora, es un soplo de aire fresco para la comedia romántica española).