El 28 de diciembre se estrena Lo que esconde Silver Lake, la aclamada película de David Robert Mitchell.
Lo que esconde Silver Lake es ese tipo de películas que no sabes si amarlas u odiarlas. Delirante, disparatada y alocada te engancha durante todo su metraje. Centrada en Silver Lake, un barrio de los suburbios de los Ángeles donde viven todo tipo de personas, cada cual más peculiar. Donde su mayor características es su cercanía a los estudios cinematográficos de Hollywood con lo que ello conlleva, tanto en el buen como en el mal sentido.
Sam, desempleado sin oficio ni beneficio, ni con ganas de dejar de serlo, se ve envuelto en una aventura odisíaca desde la desaparición de su nueva vecina. Sin embargo, no será el único misterio de Silver Lake, pues anda suelto un asesino de perros y una peculiar «chica búho».
A pesar de mi amor-odio por el filme, he de reconocer el espectacular trabajo de Andrew Garfield, Una razón para vivir (2017), que logra que sintamos una conexión con Sam. Nos preocupamos por su investigación, pero a la vez, sentimos una fascinación por sus idas y venidas totalmente absurdas. La expresividad del actor consigue presentarnos a un Sam con una mente infantil y conspiranoica, acompañada de un impulso sexual digno de un conejo en celo.
Aunque la película en un principio pueda parecer un «batiburrillo» sin sentido, todo gira a través de una estética absurda y surrealista con guiños a la época ochentera. Acompañada de un original gran abanico de movimientos de cámara, lo que le otorga una gran fluidez. Los planos se conectan con una «posiblemente no magnifica», pero si perfecta banda sonora compuesta por Rich Vreeland, que transmite una tensión al espectador, el cual no sería capaz de percibir debido al tipo de escenas de carácter distendido y cotidiano.
Todo ello nos lleva a preguntarnos ¿David Robert Mitchell es uno de los grandes directores del momento o un aspirante a creador que cae en lo absurdo? Han sido muy diferentes las respuestas que se han dado a esta pregunta, sin embargo yo no opino que debiera ser contestada. No es necesario encumbrar o «hundir» a este tipo de directores, sino centrarnos en disfrutar de esos pocos momentos que nos da el cine de hoy en día y él ha conseguido: que una película te haga sentir emociones encontradas y sobre todo que no puedas dejar de pensar en ella. Aunque solo sea para terminar de decidir si la amas o la odias.