Desde Noticias en Serie hemos querido aprovechar la ocasión que nos brinda un buen amigo y presentar su obra para disfrute de todos nuestros lectores: una visión desde una vertiente psicológica de Cisne Negro, la obra del director Darren Aranofsky y protagonizada por Natalie Portman.
La historia de Cisne Negro comienza con Nina (Natalie Portman), una bailarina de una compañía de ballet de Nueva York cuya vida está completamente absorbida y entregada a la danza. El director artístico, Thomas Leroy (Vincent Cassel) decide realizar un casting para determinar quien sustituirá a la bailarina Beth para la obra El Lago de los Cisnes en una nueva versión. Nina desea con todas sus fuerzas el papel pero tiene competencia, Lily, que ha impresionado a Thomas por su espontaneidad y desparpajo. Es en esta rivalidad con Lily por ser la elegida, que Nina empieza a conectar con su lado autodestructivo.
Darren Aranofsky nos sumerge con este thriller psicológico en la más tremenda fragilidad humana con un film que, como en Requiem por un sueño (2000), nos transmitirá una angustia que irá “in crescendo” a lo largo del metraje de tal manera que nosotros, los espectadores, poco a poco y casi sin darnos cuenta habremos conectado, con nuestras sensaciones más oscuras.
Inesperadamente para Nina el director del ballet, Thomas, la ha escogido para interpretar tanto el Cisne blanco: un cisne dulce, temeroso, frágil y virginal el cual ella puede interpretar con total naturalidad y al Cisne negro: papel que requiere de agresividad, sensualidad, astucia, feminidad y ,sobretodo, sexualidad. El film tratará de la búsqueda incesante de Nina de ese Cisne negro.
Nina tiene una técnica depurada y exquisita para el arte de la danza. Ella quiere “ser perfecta” en el papel que le ha asignado su madre en la vida. Mientras es el cisne blanco su realidad imaginaria permanece estabilizada y predecible con una serie de rutinas obsesivas. Ella mediante el baile del Cisne blanco puede hacerse cargo de realizar el Ideal del yo [I(A)]: ser una bailarina perfecta.
El problema surge cuando Thomas le indica que para interpretar el otro papel debe “soltarse” y “masturbarse”, dejarse llevar por sensaciones que se sitúan en otro plano diferente al de la técnica. Nina hace una lectura de este “soltarse” que la precipitará a un abismo. La indicación de su director la lleva a confrontarse con el sexo en la realidad, cosa que hasta el momento parece no haber tenido cabida en la joven protagonista.
La estructura psíquica de Nina no podrá dar respuesta simbólica a la exigencia que se le impone por primera vez. De esta manera se producirá el desencadenamiento de una psicosis de tipo esquizofrénica-paranoide. Exigencia que crea tensión con el de la madre devoradora y controladora hasta el punto en que su hija es su objeto de goce. Vemos en esta madre que no hay otro deseo que el de que su hija devenga una perfecta bailarina que ella no consiguió por culpa de su embarazo. No hay deseo otro.
Durante la película no asoma en ningún momento la función paterna. Y quizás le hubiera posibilitado realizar un corte simbólico a la relación extravagante con la madre. Un significante primordial, el significante del Nombre-del-Padre ha sido forcluído, rechazado del orden simbólico. Ante la imposibilidad de ese corte simbólico (castración), Nina realiza ese corte en lo real del cuerpo. No tiene otro recurso para liberar ese goce que la invade que hacerlo en su propio cuerpo.
Lo imaginario que hasta entonces daba consistencia a la constitución del yo (estadio del espejo de J.Lacan) de pronto empieza a resquebrajarse (ver la caratula del film) y a fragmentarse (manos y pies). Manifiesta signos de despersonalización, es decir, problemas para discernir el yo del no-yo; alucinaciones visuales y cenestésicas.
Fíjense que en casi en todas las escenas en las que sale Nina, lo hace acompañada de espejos. Ya sea en su casa, en la escuela, en el metro, en el lavabo, etc.
Y Lily? Lily es la preferida por el director para representar al Cisne negro. Ella tiene todas las cualidades y rasgos de los que carece Nina. Es su máximo oponente y la única que puede hacer peligrar que ella sea la Reina Cisne. Con ella tendrá una relación ambivalente. Por un lado quedará prendada de su personalidad y por otro desencadenará en Nina un delirio de persecución. Debido a su imposibilidad de representar lo que no tiene, Nina soñará una escena lésbica en el intento de unir los dos cisnes. Es un intento de anudar simbólicamente mediante un sueño lo que ya está irremediablemente desanudado.
Y quedaría la fantástica y envolvente escena final. Añadir una última cosa: es perfecta.
Dedicada a Albert «Buscarraons», otílico a jornada completa.