El mundo está en continuo cambio y podemos apreciarlo en las generaciones sociales. El concepto de arte se ve modificado en mayor o menor medida a raíz de este hecho, y con ello las disciplinas artísticas. El cine logró conformar un hueco más que importante en la cultura general, sin embargo este asentamiento tuvo su proceso y curiosamente el mundo de los videojuegos se ve afectado por el mismo fenómeno. Después de muchos años de evolución y de entereza ante toda una marabunta que frenaba su condición cultural parece que hoy en día, al igual que el cine en un pasado, comienza a verse como un arte emergente.
Adaptaciones:
Hay algo que me llama bastante la atención y es que normalmente las películas que han surgido como adaptaciones de videojuegos a la gran pantalla podrían haber dado para mucho más. Y me hace pensar que puede haber dos posibles causas: la primera tiene que ver con el contexto de la obra, es posible que un argumento en concreto funcione bien disfrutándolo con un mando entre las manos y falle al contemplarlo en una sala de cine; la segunda vendría enlazada a lo expuesto en el primer párrafo del artículo, probablemente algunas de las productoras no terminaban de confiar en la industria del videojuego.
Una de las precursoras del género es Tron (Steven Lisberger, 1982) producida por Disney. La obra comenzó a adentrar al público en el por aquellos momentos casi desconocido mundo del cyberpunk. Me sorprendió ver que Clu -uno de los programas que actuaban como hacker- fue interpretado por Jeff Bridges, conocido por encarnar al famoso Nota en El Gran Lebowski (Joel y Ethan Coen, 1998).
Posteriormente numerosas sagas de videojuegos se convirtieron en productos cinematográficos. Algunas alcanzaron el éxito en taquilla (Resident Evil, Tomb Raider) y otras quedaron más apartadas. Aun así, tanto las que arrasaron en taquilla como las que pasaron desapercibidas fallaron a la hora de crear una obra redonda, especialmente si tuvieron como director al polémico Uwe Boll – uno de los considerados peores directores en activo, lo que vendría a ser como el Ed Wood de nuestros días, solo que a este último aún le tenemos un poco de cariño gracias a su biografía plasmada en uno de los films de Tim Burton–. Uwe Boll es partidario de las películas sacadas de videojuegos, sin embargo más que adaptaciones sus obras son consideradas unos destrozos, por ello es por lo que Blizzard -una de las más importantes y productivas compañías de videojuegos- rechazó su propuesta de trasladar World of Warcraft al mundo del cine. Dicha adaptación sería aceptada posteriormente ante la misma petición de Duncan Jones –director de Moon (2009)- que veremos dentro de muy poco –en Junio si no me equivoco- bajo el título de Warcraft: El origen.
De modo que, si hasta hoy día el cine no ha conseguido elaborar grandes productos de este género, ¿qué es lo que hace a diversos títulos tan grandes y poseedores de tanto reconocimiento?
Vayamos por partes:
-En mi anterior entrada –una crítica de La Huella (Joseph L. Mankiewicz, 1972)– hablaba sobre la austera importancia del guion en la totalidad de la obra. Hoy en día un guionista profesional ya puede decidir si trabajar para el mundo del cine o del videojuego –entre otros sectores- debido a que el espectador no solo busca entretenimiento, sino emocionarse, sorprenderse, identificarse con la historia. Ésto es algo que Hideo Kojima –ex-vicepresidente de Konami- ha sabido siempre manejar con tutela y gracias a ello nos ha regalado títulos como la saga Metal Gear, que posee una historia verdaderamente amplia y que aborda temas como La Guerra Fría, la guerra biológica, la inteligencia artificial y la justicia. Silent Hill es considerado uno de los padres del terror psicológico que a diferencia de Resident Evil se centra en un terror más profundo y psicológico. Los autores admiten haber escogido entre sus influencias más directas el film La Escalera de Jacob (Adrian Lyne, 1990) y directores como el brillante Stanley Kubrick o el surrealista David Lynch. También sirven como caldo de cultivo la literatura de Dean R. Koontz, Stephen King y la pintura de Pieter Brueghel el Viejo y de El Bosco. Guillermo del Toro colaboraría con Kojima en Silent Hills, un nuevo y ambicioso mundo para la saga, pero el esperadísimo título no verá la luz debido a problemas internos en Konami.
BioShock es otra de las sagas que ha logrado conquistar a una gran cantidad de público debido sobre todo a su concepto. La premisa es ‘’Ni dioses ni reyes, solo hombres’’, y pone a debate la filosofía del intelecto y la naturaleza del ser humano. Esta joya nace de las ideas básicas de novelas como lo son 1984 de George Orwell. La película basada en el título está cancelada -por el momento- debido a que las compañías se negaban a financiar un producto tan caro -unos 200 millones de dólares- y arriesgado.
Si hablamos de videojuegos no podemos olvidar a una de las sagas más prolíficas: Grand Theft Auto, la cual ha nacido de un gran abanico de películas del cine negro –las numerosas producciones de Scorsese están entre sus mayores apuestas-. GTA: Vice City está basada prácticamente en su mayor parte en una de las obras cumbres de Brian de Palma: Scarface (1983), en donde Al Pacino bordó el papel del carismático Toni Montana, personaje que guarda un marcado paralelismo con el capo Ricardo Díaz de Vice City . No olvidemos el indudable guiño que brinda GTA:V hacia Los Soprano a través de Michael –uno de sus protagonistas- que encarna diversas similitudes con Toni Soprano, entre las que se encuentran sus frecuentes visitas al psicólogo.
Blade Runner (Ridley Scott, 1982) se mantiene como una de las piezas más fundamentales del género ciencia-ficción y ha creado sobre sí misma un holgado culto. Los diseñadores de la epopeya galáctica Mass Effect, una de las recientes sagas de videojuegos de semejante género, admitieron haber basado diversos aspectos a raíz de este filosófico film.
–Otro de los puntos fuertes del mundo del videojuego como obra artística es la banda sonora. Los compositores de videojuegos comparten un terreno similar con los músicos del mundo del séptimo arte.
Las melodías de Ennio Morricone ya tienen un nombre más que importante a nivel internacional. Ganador reciente del premio Óscar por su trabajo en Los odiosos ocho de Tarantino, este premio solo es un grano más en toda su montaña de reconocimientos. En otras palabras, es uno de los compositores más importantes de la actualidad. John Williams, Hans Zimmer, Howard Shore han creado una obra que se extiende de tal forma que hasta los menos cinéfilos reconocen al más mínimo detalle sus propias melodías. ¿Y qué hay de los compositores de videojuegos? Actualmente se hallan apoyados por un grupo más reducido –debido sobre todo a la edad- de gente que ha encontrado la belleza de sus composiciones. Como melómano y compositor he de admitir que Nobuo Uematsu –saga Final Fantasy– se encuentra entre mis compositores en activo preferidos y un músico del que he aprendido bastante dada la complejidad pero a la vez sencillez y efectividad de sus obras. La compañía Nintendo también fue consciente de lo imprescindible que resultaba una buena banda sonora para sus proyectos y para ello buscó un talento como el de Koji Kondo, cuya maestría en cuanto a composición se refleja en la saga de Mario pero sobretodo en la saga The Legend of Zelda, de la que entre sus 20 años de vida se encuentran piezas musicales de gran calidad, por no hablar de su también valioso arte gráfico.
Algunos de ellos comenzaron componiendo para videojuegos pero acaban trabajando para el cine o compaginando estos dos sectores como es el caso del genio Michael Giacchino – Premio Oscar a Mejor banda sonora por su excelso trabajo en la bellísima Up (Pete Docter, Bob Peterson, 2009)-. Giacchino, que ya había compuesto para las obras de J.J. Abrams, entre otros directores, se atrevió con los juegos de Medal of Honor –saga producida por Steven Spielberg – en los que también fue premiado.
Jeremy Soule ha sido descrito como ‘’el John Williams de los videojuegos’’, ya os podéis imaginar. Después de una larga carrera como compositor para videojuegos y de regalarnos algunas piezas imprescindibles como la célebre música de The Elder of Scrolls V: Skyrim, ha decidido adentrarse recientemente en la industria cinematográfica.
Y también se da el caso opuesto, compositores del cine que han comenzado a encontrar el potencial de las artes electrónicas. El ya citado Hans Zimmer se involucró como compositor en Call of Duty: Modern Warfare 2, y Danny Elfman –compositor en Los Simpson y en diversas obras de Tim Burton– quiso dar el mismo paso trabajando para Fable.
-Y para finalizar quiero abordar la idea, bien sea del mundo cinematográfico o del videojuego, de concepto artístico.
Hay veces que para referirnos a una película indagamos en el concepto de esta puesto que este término reúne en la medida de lo posible toda la obra en sí. El hecho de que los videojuegos prevalezcan como producto de ocio y entretenimiento sobre producto artístico es el mayor freno que pueden tener. Principalmente porque, de la misma manera que alguien que desea expandir su conocimiento cinematográfico busca un cine menos convencional –sin tener que despreciar este- para abogar por un estilo más profundo – como el de Bergman o Tarkovsky – , el aficionado a los videojuegos anhela lo mismo. He de admitir que actualmente para encontrar este tipo de productos debo moverme sobre todo por el mercado indie. Si quería hablar de analogías entre cine y videojuegos este es un asunto a destacar pues dicho fenómeno se repite en los dos sectores, creando una barrera entre el producto de concepto común y el de concepto divergente.
El sector independiente posee un libre albedrío ante la industria global y ese es uno de sus puntos fuertes para un público experimentado. To the Moon es una aventura/novela gráfica diseñado por Kan ‘’Reives’’ que plasma un drama romántico ubicado dentro de un universo de ciencia-ficción con el mismo marco que lo hizo ‘’Eternal Sunshine of the Spotless Mind’’ (dirección de Michel Gondry y genial guion de Charlie Kaufman, 2004): una duro y reflexivo adentramiento en la psique humana respecto al ‘’querer’’.
La metafísica adquiere peso en Braid. Este inteligente videojuego maneja los conceptos dimensión y tiempo sobre una cadena de puzles de lógica, todo esto a su vez gira en torno a una ambigua historia que mantiene oculta alguna que otra sorpresa. Entre sus diversas influencias literarias que conducen estas complejas nociones – Las ciudades invisibles de Italo Calvino o Los sueños de Einstein de Alan Lightman- , la turbia y bulliciosa Mulholland Drive (2001) del susodicho Lynch tuvo un papel destacado como fuente de inspiración.
Los videojuegos ya son cultura.
El concepto de arte guarda una gran complejidad . Esto desemboca en un acervo cultural que se extiende por todos los apasionados de esta manifestación creativa humana . Al final cada uno tiene su propia idea de arte ya sea más o menos próxima al significado socialmente aceptado –el típico que buscamos en Wikipedia-. De lo que yo no tengo duda es que si el cine ha conseguido después de años de reivindicación la categoría de séptimo arte –término acuñado en 1911 por el crítico italiano Riccioto Canudo– el videojuego se erige hoy en día como el octavo arte y me refiero a ellos de esta forma no como algo objetivo, sino como consecuencia de la repercusión y el culto a nivel internacional que está generando, cuya industria ha superado ya en más de una ocasión a la de Hollywood. Y puesto que no todas las películas podremos considerarlas obras de arte pero sí una gran parte de ellas lo mismo ocurre con los videojuegos. Para mí , League of Legends no es una obra de arte; Shadow of the Colossus sí que lo es.