Año: 1975 | Dirección: David Cronenberg | Producción: The Canadian Film Development Corporation | Guión: David Cronenberg | Música: Ivan Reitman | Fotografía: Robert Saad | Montaje: Patrick Dodd | Reparto: Paul Hampton, Joe Silver, Barbara Steele, Lynn Lowry, Allan Migicovsky, Susan Petrie | Género: Terror, Fantástico, Zombis | Duración: 87 minutos
«Buenos días, esto es una invitación para visitar nuestro edificio Stareliner». Bajo esta frase, David Cronenberg daba el pistoletazo de salida a una de las filmografías más grotescas de la historia del cine, en la que sexo y violencia se combinan para dar resultado a películas únicas, que desde el primer día llevarían el Sello Cronenberg. Un sello sólo apto para auténticos cinéfilos que estén dispuestos a, no nos engañemos, pasar un mal rato. Porque admitámoslo, el cine de Cronenberg no es bonito; es opresivo, perturbado, macabro, explícito…es feo. Pero dentro de esa fealdad, hay algo que lo hace único y diferente, hay algo que nos intenta atrapar y, si lo consigue, nos gusta. Bienvenidos al cine de David Cronenberg.
El filme comienza bajo una aparente simple premisa: un experimento, en busca del culmen de los trasplantes de órganos, sale mal. A raíz de todo ello, se creará un parásito que intentará sobrevivir. En un principio, estamos ante algo poco complejo que no introduce ninguna novedad significativa, ni aunque fuese creado en 1975. Pero ¿cómo? ¿Que ese parásito volverá a la gente en zombies sedientos de sexo? ¿en serio?, ahí es donde este director marca la diferencia. Cronenberg construirá una trama de terror y sexo violento, donde se mueve como pez en el agua.
La primera mitad de la película tendrá como excusa la situación en el marco espacial y temporal donde tendrán lugar los futuros acontecimientos. Se nos plantearán diversas dudas al espectador, que más tarde serán respondidas en la propia narración -¿cuál es el origen de estos seres? ¿por qué atacan?-. En estos primeros 45 minutos de metraje, se combinará el origen de estas extrañas criaturas con sus primeros coletazos dentro del edificio Stareliner. Edificio que será descrito al principio del filme de una manera completa y con todo lujo de detalles.
Tras asentar las bases y situar al espectador, David Cronenberg realizará lo que más le gusta: depravar. El planteamiento inicial dará lugar a una serie de acontecimientos repletos de violencia explícita y sexo arriesgado. Niños con adultos, jóvenes con ancianos, padres con hijos…no faltará de nada. Una atmósfera claustrofóbica y opresiva servirá como telón de fondo para estos sucesos.
La figura de Las Larvas o Las babosas gozarán de un importante protagonismo y un gran peso durante todo el filme, siendo las causantes del terror dentro del edificio Stareliner. Cronenberg las postulará como objeto de liberación de las mayores perversiones sexuales. Por si no fuera poco, lo novedoso y atrevido de su planteamiento es su método de propagación via oral, o las inexplicables quemaduras que producirán a los afectados.
Ganadora del premio al mejor director en Sitges, Vinieron de dentro de… nos sorprende por la crudeza de sus imágenes -amenizadas por la clásica y cutre sangre anaranjada-, a pesar de su escueto presupuesto. Cronenberg no se corta ni un pelo y nos muestra desde un hombre pegando (para defenderse, pero pegando) a una mujer, hasta violencia a menores. Lástima que la gran dirección no sea acompañada por unas buenas actuaciones, que rozarán lo absurdo y lo ridículo en más de una ocasión. Si en teoría sólo están deseosos de sexo, ¿por qué matan?
Una pincelada al mundo que David Cronenberg nos ofrecería en futuras películas. Un conjunto de situaciones grotescas que harán las delicias de los aficionados a este tipo de cine, pero que no gustarán al gran público. Una gran carta de presentación y toda una declaración de intenciones de todo lo que nos ofrecería en un futuro. ¿Te atreves a continuar?