The Knick: Pura adicción

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Sí, damas y caballeros, añadan The Knick a la lista: la lista de series que son droga y, al mismo tiempo, terapia.

The Knick es droga porque escuece, pica, es amarga; y para cuando te das cuenta ya es demasiado tarde, te ves con las pupilas dilatadas, presionando los dientes, ansioso, a por más.

The Knick es droga porque no puedes parar de verla una vez has superado los primeros capítulos; que , dicho sea de paso, se pueden hacer tediosos (rechazo casi «mítico», que ocurre con otras grandes producciones). Capítulos necesarios para entrar en un mundo en el que la cocaína se podía comprar cual ibuprofeno, allá por 1900. Época en que la esclavitud aún estaba en el imaginario colectivo como quien va a comprar el pan; ser negro era una lucha con arbitraje cruel. Época en que las enfermedades como la tifoidea, sífilis o la meningitis no distinguían de clases sociales. Así que cuando procuras imaginarte allí lo asumes «yo no hubiera durado ni 5 minutos en esta ciudad«.

Pero sí, The Knick también es terapia: es terapia por su brillantez, porque es un libro de historia de medicina abierto, un repaso sociológico detallado (recreando a la perfección métodos y aparatos de esa época fundamental para la medicina). Y es terapia porque además, conmueve. Sí, The Knick es terapia porque emociona. Y porque las tramas están equilibradas, ninguna reclama más atención que otra, y se rematan con actores que saben a qué juegan, con planos y atrezzos de los que a más de una película multimillonaria le gustaría presumir.

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Y puede que alguien afirme que The Knick es como poner al Dr.House en la época de Peaky Blinders, y quizás lleve razón: pero no, no es una mezcla, es la suma de sus partes más acertadas. Personajes complejos para tensionar tramas de largo recorrido ya que probablemente no es hasta el tercer o cuarto capítulo que llega la «conmoción». De hecho, algunas escenas y casos médicos producen asco más que conmoción. Te planteas seriamente dejarlo…En algunas escenas llegas a aislarte al balcón para fumar y mirar la pantalla de reojo, preguntándote hasta donde llegarán estos guionistas.

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Pero sí, The Knick es terapia porque han logrado transmitir a la perfección como un adicto acaba por destruir todo lo que está a su alrededor. Y sí, todos hemos vivido algo similar. Así que el Dr. Thackery, su protagonista, existe entre nosotros. Es más, puede que esté dentro de nosotros.

Por cierto, esta droga llamada The Knick tiene una banda sonora peculiar, con detractores: ciertamente parece creada por alguien colgado de opio jugando con el Ableton Live a altas horas de la madrugada. Pero es un contrapunto a esa perfección de estética clásica. Una banda sonora poco ambiciosa, alejado de series que toman la música como un recurso demasiado fácil. Así que esta carga de energía oscura es de agradecer.

En definitiva, The Knick es una droga agria, entra punzante y suave como un bisturí sin anestesia, puede hacernos daño y hastío. Pero es terapia porque en el fondo estamos hartos de series banales. En mi caso confieso que he aplazado la segunda temporada, empezaba a tener temblores y paranoias.

Pero volverá en un futuro a ser parte de mi vida, es lo que tiene las adicciones…